Intentas disfrutar, evadirte. Fumas, bebes, haces todo lo posible para no sentir absolutamente nada y para olvidar aquello que te falta. Cada vez te gusta menos, te acostumbras al alcohol y te cuesta más no sentir nada.
Y por fin te das cuenta, ese vació es permanente, no se gasta, no se llena, solo duele. Y ahora más que nunca quieres volver a hacerlo, dejarte ir.
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